Lugares de Interés

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Camino del cinojal

La dificultad de esta ruta es mínima, por lo podrían realizarla personas de cualquier edad y a cualquier hora del día.

El punto de salida lo tenemos en la plaza del Concejo. Por la calle del Cantón alcanzamos el Legío, cuyo nombre viene a decirnos que fue un terreno comunal y de uso público, donde antiguamente se trillaba, se reunía el ganado del pueblo y hasta se competía en los juegos populares. En la laguna que había en el centro era donde bebía el ganado y se lavaba el personal el día de San Juan para prevenirse de la sarna. Actualmente el Legío es un aplaza con un jardín en el centro.

Desde ahí tomamos la calle del Padre Bayle, nombre que se puso en honor a un jesuita del pueblo que investigó y escribió muchos libros sobre América. Esta calle atraviesa el Barrio Abajo y termina en la Cruz del alto. Tal lugar es conocido igualmente como la espera del burrero, porque aquí la gente aguardaba a los burros que el encargado de turno había llevado a pastar al campo con todos los del pueblo. En este punto torcemos a la derecha y seguimos el camino que nos lleva en dirección al Palomero. A doscientos metros escasos la vía se bifurca y nosotros tomamos el ramal de la izquierda. Ya no hay que salirse de la ruta.

El camino está bien cuidado y plagado a los lados de olivos. En algunos tramos asoman ramas de higueras, que invitan a coger el higo que cae a mano. También en las paredes se dejan ver los correspondientes zarzales plagados de moras en verano. Como pueden hallarse contagiados por los efectos del sulfato de los olivos, recomendamos o comerlas. No faltan las correspondientes chumberas. Si tienes hambre y herramientas los higos chumbos pueden servirte de postre.

Debes ir pendiente y fijándote en el suelo y en las paredes. Cuando lleves andados tres cuartos de camino comenzarás a observar trozos de cerámicas. Se trata de fragmentos de tejas de época romana, ya que estás en el enclave donde existió una villa en el siglo II D. C. A un lado ya a otro han aparecido lápidas sepulcrales, vasijas, monedas, sepulturas, metales y hasta un cerdo de piedra.

Doscientos metros mas abajo, tras cruzar un insignificante regato, nos encontramos el pozo del Cijonal. Es un viejo manantial, que fue utilizado por los romanos y ha sufrido reformas con el paso de los siglos. Se cubre con una bóveda de cañón y se desciende hasta el agua por unas escalinatas. Las bases de la bóveda se unen por medio de una piedra de granito en la que dicen que hay un inscripción que indica el lugar donde se oculta un tesoro.

Los alrededores del pozo son un buen sitio para comer y para que alguien explique mientras tanto los misterios del lugar. Se cuenta que dentro del pozo está sumergido un encanto, un moro encantado por una maldición de su padre. Para desencantarlo ha de ir en la madrugada de San Juan, antes de salir el sol, una mujer soltera a sacar agua. Cuando meta la cántara se enganchará a ella un hilo de oro y habrá de tirar de él hasta llegar al final. Así comenzó a hacerlo una mozuela, ignorante del o que ocurría. Al sentir que otra mujer venía por el camino. Optó por romper el hilo, guardar el ovillo que llevaba y continuar la operación cuando la intrusa se hubiera marchado. Mas al cortarlo se produjo un remolino dentro del pozo, salió el encanto con malos humos y corrió tras la moza que o había logrado contrarrestar la maldición que llevaba. La habría arrastrado alas profundidades del agua si ésta no hubiera saltado al otro lado del arroyuelo, arroyo que el encanto no puede pasar.

También te dirán que por estos aledaños corretean nueve polluelos negros al lado de una gallina del mismo color. Quien con ellos se tope ha de procurar echar mano a todos e introducirlos en le saco o zurrón, todo ello antes de que asomen en el horizonte los primeros rayos de sol. Si consigue completar la caza, la gallinada se convertirá en animales de oro y brillantes. Pero si alguno se escondiera, lo que siempre ha sucedido, los polluelos cazados se harían puro carbón.

Tras el descenso oportuno, podrás acercarte a las vegas que se extienden parejas al Palomero, donde podrás comprobar todo un sistema de cultivos tradicionales, la pervivencia de las norias y de los zaques que cada vez están mas descuidados y unas formas de regadío que recuerdan a las del mundo árabe. Procura no pisar los sembrados y de respetarlos en extremo. Y, lo que es mas importante, recuerda no tocar lo que no es tuyo. La vuelta al pueblo debes hacerla por el mismo sitio.